Muerte de un viajante (Arthur Miller)
“Muerte de un viajante” fue galardonada con el Premio Pulitzer en 1949, con tres Premios Tony y con el de la Crítica de Nueva York. Esta obra teatral del escritor y dramaturgo Arthur Miller se presenta como una crítica al sueño americano, pero la complejidad de sus personajes, los ricos matices del diálogo y el trasfondo intenso que escapa de sus palabras la convierten en auténtico libro de referencia. Pese a que han pasado más de 60 años desde que se estrenara por primera vez en el mítico Teatro Morosco (Broadway, 10 de febrero de 1949), dirigida por Elia Kazan, “Muerte de un viajante” se mantiene fresca, incorruptible ante al paso del tiempo. Quizá el intenso magnetismo de su protagonista, el viajante Willy Loman de 63 años, inspirado en una persona real a la que Arthur Miller conoció, tenga mucho que ver con su eterno encanto.
LO MEJOR: Uno de los mayores atractivos de la obra es la capacidad con la que Miller da forma a la trama social en la que se inserta el relato hasta en sus más mínimos elementos. Con habilidad de maestro esculpe el escenario en el que habitan unos personajes que en la marea de sus sueños truncados, sus distorsionados recuerdos del pasado y su hastío ante el presente resultan tangibles.
WILLY —No puedo más. No puedo más, Linda.
LINDA—¿Dónde has estado lodo el día?
WILLY —He llegado hasta un poco más allá de Yonkers.
Me detuve a tomar una taza de café. Quizá haya sido el café.
LINDA—Haya sido, ¿qué?
WILLY—De pronto, no pude conducir más. El coche se fue para la cuneta...
LINDA—¡Ah! Puede que sea la dirección otra vez. Me pareció que no la habían arreglado bien,
WILLY —No, era yo. Era yo. De pronto, me di cuenta de que iba a más de setenta por hora, y no recuerdo los últimos cinco minutos. Fue como perder el conocimiento...
LINDA—Quizá sean las gafas. No has ido a recoger las nuevas.
WILLY —No. Veo muy bien. He vuelto despacio, a quince por hora... He tardado casi cuatro horas en llegar de Yonkers.
LINDA— Tienes que tomarte una temporada de descanso. No puedes continuar así.
WILLY — Acabo de volver de Florida, de unas vacaciones.
LINDA— Pero es tu cabeza la que no descansa. Tu imaginación no está quieta un momento. Eso es lo malo.
WILLY — Saldré mañana, por la mañana, me encontraré mejor.
LINDA—Toma una aspirina. ¿Quieres que te la traiga? Te aliviará un poco,
WILLY —Iba conduciendo y me sentía bien. Y hasta iba fijándome en el paisaje. ¿Te das cuenta? Admirando el paisaje, cuando me paso en la carretera cada día de mi vida. Pero, ¡era tan hermoso, Linda! Los árboles parecían nuevos, y el sol lo llenaba todo. Abrí el parabrisas, para que me diera el aire templado. Y, de pronto, me encuentro fuera de la carretera. Me olvidé completamente de que iba conduciendo. Si me llego a ir al otro lado de la carretera, hubiera podido matar a alguien. Me recobré, pero cinco minutos después, volví a sentir lo mismo, y casi...
Me vienen unos pensamientos..., unos pensamientos tan extraños...”
Aparte de sus numerosas representaciones teatrales, “Muerte de un viajante” fue llevada al cine por en 1951 dirigida por Laslo Benedek y protagonizada por Fredric March, Mildred Dunnock y Kevin McCarthy.
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