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Hotel Savoy (Joseph Roth)
Podía entrar en el Hotel Savoy con una camisa y salir de él dueño de veinte maletas…, y seguir siendo Gabriel Dan. Quizá sea este pensamiento el que me ha dado tanta confianza en mí mismo, el que me ha hecho tan orgulloso y dominador, hasta el extremo de que el conserje me saluda, a mí, al pobre vagabundo de la blusa, y un botones se afana a mi alrededor, aunque no lleve equipaje.”

SINOPSIS: Tras la Primera Guerra Mundial el joven vienés Gabriel Dan se propone regresar a casa después de haber pasado cinco años en un campo de prisioneros. Haciendo un breve alto en el camino, se aloja en el Hotel Savoy en Lódz (Polonia) con objeto de recabar fondos de su tío rico Phöbus Böhlaug para continuar el viaje. No obstante, la pequeña comunidad de los inquilinos del establecimiento, magistral metáfora de la ecléctica sociedad centroeuropea de entreguerras, va absorbiéndole y dilatando su estancia en el tiempo. Pese al leve coqueteo con su vecina Stasia, el inesperado rencuentro con su amigo Zwonimir y el próspero trabajo que realiza para el señor Bloonfield, Gabriel nunca abandona su intención de irse, de continuar su camino. La trama se contagia de este sentimiento de temporalidad en forma de una sucesión constante de repatriados que arrastran desde los vagones del tren sus miserias y han de habituarse a una paz que se les manifiesta como una tierra extraña. 

La nostalgia del hombre crece en la intemperie, crece y crece cuando no hay muros que la limiten.”

“La gente seguía llegando de Berlín y de otras ciudades. Eran gentes ruidosas, gritaban y mentían a gritos, para acallar su propia conciencia. Eran charlatanes y fanfarrones, y todos venían de la industria del cine. Tenían mucho que contar sobre el mundo, pero miraban el mundo con los ojos embobados, creían que el mundo era un fracaso económico de Dios y querían competir con él y hacer grandes negocios.”

ESTILO Y PERSONAJES: Esta no es una novela de “personajes”, sino un jirón de la vida por el que pasean “personas” cuya entidad es innegable. Joseph Roth, con marcada ironía y una prosa concisa teñida de sutiles matices poéticos, nos los muestra al desnudo (literalmente en el caso de las chicas del bar del hotel que han empeñado todas sus maletas). En el hotel Savoy conviven la joven bailarina del Varieté Stasia, el payaso Santschin, el “soñador de lotería” Hirsch Fisch, el excéntrico ascensorista Ignatzque acepta el empeño del equipaje de los huéspedes, el rico empresario Bloomfield, y hasta el misterioso hotelero Kaleguropulos al que nadie conoce. Como en un juego de máscaras bajo la lujosa fachada del hotel se oculta una estricta jerarquía de habitaciones de ricos y de pobres, los primeros abajo y los segundos arriba entre los insalubres vapores.

La gente no es mala si tiene espacio donde moverse. En los grandes restaurantes se saludan satisfechos, porque encuentran sitio. En casa de Phöbus Böhlaug nadie se pelea, porque los unos se apartan del camino de los otros cuando algo no les gusta. Pero cuando dos personas tienen que dormir en una cama pequeña y estrecha, las piernas luchan durante el sueño, y las manos rasgan el delgado cobertor que los envuelve.”

HILO ARGUMENTAL: Más que ningún otro elemento es el hotel en sí mismo como construcción arquitectónica el que ejerce de nexo de unión entre toda la amalgama de heterogéneos personajesque aparece en la novela. Y en el fondo, igual que la sociedad nos abre y nos cierra las puertas, todos los inquilinos del Savoy, ya sean de los pisos inferiores o de los superiores,  han de someterse a las circunstancias.

Henry Bloomfield ha huido en secreto. Con sus faros deslumbrantes, sus ruedas silenciosas, sin bocinazos, en la oscuridad de la noche, Bloomfield huyó del tifus, de la revolución. Visitó a su difunto padre y ya no volverá a su país. Henry Bloomfield tendrá que reprimir su nostalgia. El dinero no puede eliminar todos los obstáculos.

LO MEJOR: Una de las indudables virtudes de la pluma de Roth es que con su estilo directo y muy pocas palabras es capaz de transmitir un gran mundo de significados y, de hecho, en “Hotel Savoy” el lector se encuentra inmerso en ese universo que el autor crea y rodeado de sus personajes. La novela no es realista sino real, lo cual siempre es susceptible de confundirse con la ficción, de modo que no faltan quienes encuentran en estas  poco más de ciento cincuenta páginas tintes kafkianos. Y es que, como en la pequeña sociedad del hotel Savoy, todos somos así de raros y el mundo es un sistema complejo y caótico de vidas imbricadas en una telaraña.  

Fotografía

A la gente las cosas les van mal, su dolor se alza gigantesco ante ellos, como una gran muralla. Se encuentran apresados en sus preocupaciones, grises y polvorientas como telarañas, y se agitan como moscas apresadas. A unos les falta el pan, y otros lo comen con amargura. Unos quieren saciarse y otros quieren ser libres. Aquí agita uno los brazos y cree que son alas y que en cualquier momento, algún mes, algún año, levantará el vuelo desde las profundidades de su mundo.”

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Edna López es escritora, abogada y antropóloga social y cultural. Con su primera novela, En busca del tesoro de Kola, obtuvo el XIX Premio EDEBÉ. También ha recibido el Premio Especial de Integración de la Ciudad de Tudela, el XXIV Premio UNED de Narración Breve, el Premio Luis Adaro convocado por la AEN y ha publicado en la revista Rio Grande Review del Departamento de Creación Literaria de la Universidad de Texas.